Por José Luis Castillejos Ambrocio
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El sombrero ladeado, pensativo, la barbilla descansando entre el índice y el pulgar derecho. Sus ojos entreabiertos, dubitativo, la mente, ocasionalmente, en el limbo. Marco Aurelio Carballo, el escritor, el tapachulteco, autor de Turbocrónicas, que se sobrepone a una operación craneal, recibió en su tierra, en el trópico soconusquense, el homenaje a su trayectoria como periodista y escritor.
Bajo siete reflectores y 72 personas que acudieron a escucharlo, el homenajeado pasó revista a su vida; desde su debut y despedida en el box con el nombre de MAC que se enfrentó y corrió por todo el ring contra Kid Lavacoches hasta sus asomos en “Barrionuevo”, donde se fue a vivir y donde prestaban sus servicios las “señoritas putas” como él llamó a quienes se dedicaron en Tapachula al oficio más antiguo del mundo.
Recorrió los prostíbulos de muchas formas. Lo hacía para vender cualquier cosa o cuando, de niño, iba con una rama a pedir monedas y regalos. El volcán del Tacaná lo “vomitó” –según cuenta- el 20 de septiembre de 1942. “Yo daba de patadas cuando mi mamá no me daba la mamila y de allí le agarré el gusto al chupe (la bebida)”, cuenta mientras se pierde entre las hojas que lee, brinca, va de un escenario vivencial a otro, vuelve a perderse y retoma la lectura.
Marco Aurelio Carballo, periodista de la revista Siempre y colaborador de diarios mexicanos, reconoce que ningún libro suyo ha sido un betseller y dice que los homenajes son mejores de muertos porque ya no se puede traicionar los principios.
Sus inicios en el boxeo lo recuerda una y otra vez: “mi padre me obligaba a hacer 50 lagartijas y 100 sentadillas antes del desayuno”. Después su progenitor habría de decirle que no servía para ese oficio.
El académico de la UNICACH, Florentino Pérez, conoció a MAC a través de la crónica. “Trae en las venas una forma de develar las cosas de manera profesional. Desde el Macondo (Tapachula) del Soconusco ha salido a contar sus historias. No sé si sea una equivocación periodística o literaria (la vida de Marco Aurelio Carballo) quien tiene una forma de escribir genial.
Rafael Cardona Sandoval, un connotado periodista mexicano, compañero de muchas peripecias de Carballo dijo que este es un hombre “extremo” que nunca se dejó seducir por las luces artificiales a diferencia de muchos otros periodistas que confunden el sol con el foco. “Marco Aurelio dejó los chayitos y chayotes para producir literatura; yo jamás vi que fuera un talento agazapado de la literatura y sentí que el periodismo perdió a uno de los grandes al pasarse MAC a las filas literarias”.
Carballo no copia a nadie. Es un hombre libre para vivir su libertad con una sonrisa de sana libertad. El escritor conoció al laureado colombiano Gabriel García Márquez y a Julio Cortázar. A este último le preguntó porqué quemó un libro y este le dijo que sí y le recomendó que si en alguna ocasión dudaba de lo que escribía que no lo destruyera porque se perdía el contenido y el papel.
MAC narró cómo sobrevivió a la operación, cómo le quitaron un parte de la “sesera”. Por ratos el escritor se vuelve a perder entre las líneas que lee, arquea la ceja izquierda, escucha atento el repiquetear de las campanas y ve de reojo a un trenecito que circula por el parque central “Miguel Hidalgo”. Óscar Palacios, funcionario de Coneculta, lo sigue atento y Cardona no pierde ninguna de las expresiones del periodista que luce cansado, agotado, el cabello entrecano.
Marco Aurelio ha comenzado su nueva obra:“El último Protomacho, Creativo y Perfeccionista en el País de las Colas sin fin y las Narices de Mango”. Ahora el escritor selecciona con rigor lecturas y películas. Dejó los tres pálidos jaiboles diarios. ¿Su premio? Neurosis, in crescendo. No obstante la neurosis, o justo por eso, al quimioterapiado lo acosan los temas.
El colmo fue enterarse de la muerte de su querido amigo y colega Raúl Torres Barrón. Se neurotizó porque a fines del siglo veinte existía el mito en el gremio de que la gente palmaba de tres en tres si era del mismo gremio. Por eso pensó que seguía él. A causa del orden alfabético siempre está entre los primeros de la lista. Sentió descargas vitriólicas de neurosis, a causa de sus trabajos inconclusos. Metido en la revisión del undécimo mamotreto, antes de que le trepanaran, el tumor creciendo, escribió la primera versión del duodécimo con el título provisional de “Diosas de radiante pubis”. Falta pulirlo y barnizarlo un año –dice-. El texto… A punto de escribir la turbo “Tribulaciones de un cabeza hueca” le asaltó la idea del mamotreto 13, quizá no una novela y sí un mamotreto de trescientas a quinientas páginas, la recopilación, seleccionada de modo riguroso, de sus crónicas y turbocrónicas. Le llegó idea y título: “Los nuevos periodistas”.
Y ¿qué creen? ¡Ring!, ¡ring!, ¡ring! Sus hermanos María Eugenia y el menor, el “shunco”, Enrique, el Húngaro, querían confirmar si ya estaba moribundo. Enrique pertenece a la etnia Mame. Húngaro es un sobrenombre de cuando él jugaba fútbol. Efectivo y elegante, dicen. Así conoció su estado de salud. “Inoportunos, porque no decido aún mi epitafio: ¿No que no?” “Por fin libre” y “Disculpen si no me levanto”, mi preferido, de Groucho, Marx, epitafio manoseado por sus admiradores. Luego hablaron amigos, preguntando por su estado de salud.
¿Contestaba o pensaba en la estructura del nuevo mamotreto?.
Ganó su vocación, obsesión. Destino, según habría dicho alguna vez Borges.
(*) A las 23:49 horas del 30 de noviembre del 2013 escribí esta crónica a partir de un homenaje en Tapachula, Chiapas, a Marco Aurelio Carballo quien falleció este sábado en su casa de Coyoacán, México. Nacido en 1942 y oriundo de Tapachula, Chiapas, Carballo López estudió en la Facultad de Economía de la UNAM y también concluyó sus estudios en periodismo. Algunos de sus libros son: Polvos ardientes de la Segunda Calle (1990), Crónica de novela (1992), Mujeriego (1996), Vida real del artista inútil (1999), Muñequita de barrio (1999), Diario de un amor intenso (2000), Morir de periodismo (2008) y Ultimas Noticias (2010). Con la publicación de Novios en la barra y otras miniturbocrónicas (2003), así como de Mamá estaba loca y otras turbocrónicas (2004) y de Soconusquenses. Crónicas y semblanza (2008), entre otros. Descanse en paz.